Historias para reflexionar

Las tres Rejas 

El joven discípulo de un filósofo sabio lo visita y le dice:
– Maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de vos con malevolencia.
– ¡Esperá! lo interrumpe el filósofo ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
– ¿Las tres rejas?
– Si. La primera es la VERDAD. ¿Estás seguro de que lo que querés decirme es absolutamente cierto?
– No. Lo oí comentar a unos vecinos.
– Al menos lo habrás hecho pasar por le segunda reja, que es la BONDAD. ¿Es bueno para alguien lo que me vas a decir?
– No. en realidad no. Al contrario …
– La última reja es la NECESIDAD ¿Es necesario hacerme saber lo que tanto te inquieta?
– A decir verdad, no.
– Entonces, dijo el sabio sonriendo, si no es VERDADERO, ni BUENO, ni NECESARIO, sepultémoslo en el olvido

La Carretera Vacía 

Caminaba con mi padre, cuando se detuvo en una curva y, después de un pequeño silencio, me preguntó:
– ¿Oyes algo más, que el cantar de los pájaros?
Agudicé mis oídos y algunos segundos después, le respondí:
– Sí, es el ruido de una carreta.
– Éso es, – me dijo. – Es una carreta vacía.
Pregunté a mi padre:
– ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la hemos visto?
Entonces, otra vez mas, me mostró su sabiduría:
– Es muy fácil darse cuenta: «Cuánto mas vacía está la carreta, mayor es el ruido que hace»
«Me convertí en adulto y hasta hoy, cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y tratando con superioridad a los demás… O a aquellos, que no pueden estar, sin el estímulo de parlantes o de un televisor, que impiden todo tipo de diálogo, tengo la impresión de oir la voz de mi padre diciendo:
– «Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace» Y a la vez : «cuánto se regocija el corazón, cuando vemos pasar una carreta repleta de carga preciosa… Silenciosa… Plena.

Arreglar El Mundo 

Un científico vivía preocupado con los problemas del mundo y estaba resuelto a encontrar medios para disminuirlos. Pasaba días encerrado en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas. Cierto día, su hijo, de siete años, invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, intentó hacer que el hijo fuera a jugar a otro sitio. Viendo que sería imposible sacarlo de allí, el padre procuró algo para darle al hijo, con el objetivo de distraer su atención… De repente tomó un planisferio de una revista, y, con una tijera, recortó el mapa en varios pedazos. Junto con un rollo de cinta adhesiva, lo entregó al hijo diciendo: – «¿A TI TE GUSTAN LOS ROMPECABEZAS? ENTONCES VOY A DARTE EL MUNDO PARA ARREGLAR. AQUI ESTA EL MUNDO TODO ROTO. ¡MIRA SI PUEDES ARREGLARLO BIEN! HAZLO TODO SOLO» Calculó que al niño le llevaría días para recomponer el mapa. Algunas horas después, oyó la voz del hijo que le llamaba calmamente: – «PADRE, PADRE, YA HE HECHO TODO. ¡CONSEGUI TERMINAR TODO!» Al principio el padre no dio crédito a las palabras del hijo. Sería imposible a su edad haber conseguido recomponer un mapa que jamás había visto. Entonces, el científico levantó los ojos de sus anotaciones, seguro que vería un trabajo digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus sitios. ¿Cómo sería posible? ¿Cómo el niño había sido capaz? – «TU NO SABIAS COMO ERA EL MUNDO, HIJO MIO. ¿COMO LO CONSEGUISTE?» – «…Padre, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando tú quitaste el papel de la revista para recortar, yo vi que del otro lado había la figura de un hombre… Cuando tú me diste el mundo para arreglarlo, yo lo intenté pero no lo conseguí. Fue entonces que me acordé del hombre, di vuelta a los recortes y empecé a arreglar el hombre, que yo sabía cómo era. CUANDO CONSEGUI ARREGLAR EL HOMBRE, DI VUELTA LA HOJA Y ENCONTRE QUE HABIA ARREGLADO EL MUNDO…»

El Samurai 

Había una vez un samurai que era de avanzada edad y era conocido como el mejor del pueblo.
Un día, se comentaba de la gran fuerza de un nuevo guerrero joven, quien había matado a muchos de los guerreros mas prestigiosos, y que iba a ir al pueblo para pelear con el gran maestro.
Este, al enterarse de la noticia, aceptó el duelo, porque había escuchado que el joven guerrero hacía enojar a los demás
guerreros, y cuando los guerreros se enojaban él era muy bueno para ver un simple error y ganar la pelea.

Cuando llegó el día, el guerrero comenzo a insultar al viejo samurai de todas maneras e idiomas, pero no lo hizo enojar, y se fue indignado.
El viejo samurai contestó, frente a la vacía pregunta de un alumno, porqué no había peleado; dijo: Si alguien viene con un regalo para ti, y tú no lo aceptas ¿de quien es el regalo?
El alumno contestó: sigue siendo tuyo, porque el otro no lo quizo.
Bueno, dijo el samurai, aplica esto a la actitud que tuvo el joven guerrero, y entenderas el porqué…

El Rey Sabio 

Había una vez un rey que respondía con sabiduría todas las preguntas que le hacían; cada súbdito que se presentaba ante él salía con la respuesta justa a su pregunta.
Cierto día un joven celoso de su sabiduría se propuso tenderle una trampa, iría donde el rey y con pequeño pájaro en su mano le preguntaría si éste estaba vivo o muerto, si el rey decía que estaba vivo, él apretaría al pájaro en sus manos y al abrirlas éste abría muerto… y el rey se habrá equivocado; si contestaba que estaba muerto éste lo dejaría volar… y el rey se habrá equivocado, se sentía orgulloso su plan no podía fallar.
Fue así que llegó ante el rey y expuso su pregunta:
– «Dime si éste pájaro que tengo en mis manos está vivo o está muerto»
El rey luego de mirar al joven a los ojos le respondió:
– «Querido amigo porqué me preguntas eso a mí si la respuesta está en tus manos».

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