Una lección de humildad

Empiezo con una anécdota, o mejor dicho reflexión:

En el último premio nacional don Bosco a la investigación e innovación tecnológica, el director de dicho centro, don José Domingo Anzano creo recordar que así se llamaba, me pidió, el día antes, que en el acto de clausura dijera unas palabras en nombre de todos los profesores. Evidentemente fue un honor, y, como comprobaría al día siguiente al ver el teatro lleno, una temeridad. Esa noche, tirando de móvil, de Wikipedia y de algunas webs más, tuve ocasión de releer la biografía de don Bosco y me sumergí en las máximas que dedicaba a los educadores que le acompañaban en su misión, entre ellas ésta:

Nunca hay que decir « no me toca», sino « ¡Voy yo!»

Y en sus obras y milagros. Y hubo una que me llamó muchísimo la atención a pesar de que, como pude comprobar por los comentarios que me hicieron los miembros de la familia salesiana, pasa desapercibido (todos ellos me dijeron que no se habían percatado de ese enfoque o matiz). Es éste:

Don Bosco, recién ingresado al Instituto Pastoral del padre Cafasso, fue a celebrar ese día la Eucaristía en la Iglesia de San Francisco de Asís y encontró al sacristán Comotti maltratando a un muchacho de 16 años de nombre Bartolomé Garelli porque no sabía acolitar. Defendido por Don Bosco el muchacho le confesó que no había recibido la Primera Comunión, que no conocía el catecismo y que era pobre y abandonado. Después de la Misa, Don Bosco le dio las primeras lecciones de catecismo y al siguiente domingo Garelli regresó con 20 muchachos que llegaron a ser 80 en marzo del año siguiente

Tal y como dije en aquel momento, nunca, en ningún momento de mis veintiséis años como docente un alumno ha traído a otros alumnos con la intención de que me escuche porque tengo algo que decir. Es una tremenda lección de humildad, don Bosco solo con la palabra consiguió lo que, al menos yo, no he conseguido con ordenador, proyector, altavoces, wikis, webs,……

Quiero decir con esto que las tan nombradas TIC no son sino una herramienta, muy útiles, sí, pero cuando tenemos algo que transmitir. Y aquí, de paso, comento algo de lo que también hablé ese día: ¿Cuál es mi papel como educador? Es evidente que Pablo y Jorge derrochaban los conocimientos y habilidades para hacer a Atom. Pero mi misión era estar detrás de ellos, guiándoles, velando por ellos cuando tenían algún escollo, animándoles cuando los servos no funcionaban, acompañándoles en los muchos fines de semana que pasamos en el colegio….. Por eso siempre digo que yo no hice Atom, pero sí que Jorge y Pablo hiciesen a Atom. Eso era lo que me tocaba a mí: hacer que ellos llegasen tan lejos como fuese posible.

Por eso, no me emociono tanto cuando veo a Atom mover sus brazos siguiendo los de la persona que tiene delante, como cuando veo a los alumnos un lunes de carnaval a las once y media de la noche desmontando un brazo nuevamente porque no funciona.

Y eso es un éxito de todo el colegio.

Gracias!!

Juan Francisco Hernández Rodríguez

Esta foto se hizo el 3 de marzo a las 23:30 horas. Es lunes de carnaval y desde la calle llegan los sones de la música. Y la segunda foto se hizo en Zaragoza.

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