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Los vídeos, si bien son importantes en la «clase al revés» no son la esencia. La clave está en que aumenta el tiempo en el aula para hacer otras cosas.

La mayor parte de la entrevista corresponde a la que le hizo un alumno de Vicente (Francisco Cartagena):

¿Podrías explicar tu método de enseñanza o tu manera de llevarlo a cabo con tus alumnos en unas líneas?

La metodología que llevo aplicando los últimos dos cursos es conocida como «the flipped classroom» o «clase al revés». Fueron dos profesores de ciencias de un instituto norteamericano, los que, de algún modo, la configuraron. Estos dos profesores se les ocurrió hace casi una década, que para que sus alumnos enfermos no perdieran el ritmo de las clases, grabar en vídeo sus lecciones, para que a través de internet, pudieran seguirlas. Curiosamente, el efecto que provocó fue inesperado: los alumnos que estaban habitualmente en el aula, también querían tener acceso a ese material. La razón es obvia: los alumnos podían tener a su profe en casa todas las veces que quisieran, podían además rebobinar y ver el vídeo para de este modo acabar de entender «la lección». En caso contrario, llegaban a clase con dudas concretas, que el profesor podía resolver.

Así surgió el concepto de clase al revés. Bergmann y Sams son los profes de los que hablo.

Ahora bien, los vídeos, si bien son importantes en la «clase al revés» no son la esencia de esta metodología. La clave está, en algo que todos los docentes que la practicamos, descubrimos: aumenta el tiempo en el aula para hacer otras cosas. En nuestro caso, ya lo has comprobado a lo largo de todo el curso: presentaciones, comics, vídeos, cuestionarios, exámenes propios… Todo ello contando con dos premisas: con la guía del profesor en el aula y con el trabajo entre alumnos. Además, se introducen las nuevas tecnologías, los dispositivos móviles (ya que el profesor ya no es la única referencia de «saber»), el aprendizaje cooperativo, la resolución de problemas…

Al conocer experiencias de otros docentes y ver la lógica de esta metodología no dudé ni un segundo en plantearme «la clase al revés» como mi modelo de práctica docente.

Como puedes comprobar, si lo que te cuento es «novedoso» para un docente no lo es menos para un alumno, que, en el mejor de los casos, le «suena» lo que te cuento, y en el peor y mayoritario, los alumnos se preguntan… «¿De dónde ha salido este tío?» Por cierto, muchos de vosotros, que os haciáis esa pregunta, no dejabáis de buscar en youtube solución a vuestros problemas (unicoos).

¿Qué te parece que se premie más hoy en día la capacidad, incluso se podría decir la memoria, antes que las aptitudes de los estudiantes?

Creo entenderte, pero no sé si el enfoque es el correcto. ¿Tú dirías que en mis clases, en mi forma de llevar la asignatura, y en el hecho de enfrentarte a un examen, no es necesaria la memoria? La cuestión es el mecanismo que permite ejercer la memoria de una manera más efectiva. Si he conseguido que recordéis más fechas, datos, personajes, leyes… (desgraciadamente no en todos) todo ello necesario en una asignatura como HE, es porque os he «obligado» a trabajarlos en los múltiples formatos y retos que os he planteado a lo largo del curso. ¿Cómo no recordar el reinado de Alfonso XIII si hicisteis un cómic? ¿Cómo olvidar los momentos más importantes de la Guerra Civil si hicistéis un vídeo con su correspondiente guión y «tomas falsas»? ¿De verdad se nos ha olvidado por completo la Guerra de Cuba si estuvisteis allí como soldado?. Ésa es la clave, algo que en su momento me habrás oído decir: SE APRENDE HACIENDO, y también HISTORIA. Por tanto, la cuestión es que es más fácil «memorizar comprensivamente» si el alumno interioriza la información. Le «da vueltas y vueltas»… En caso contrario la memoria es de corto plazo. Yo en la facultad me ví obligado a recordar un montón de datos para exámenes que lograba superar, pero que luego rápidamente (o no tanto), acababa olvidando.

Respecto a la valoración de aptitudes de los alumnos. El marco legal en el que los encontramos, pero también el anterior, y también el que venga, habla de una palabra, que posiblemente te suene «COMPETENCIAS». Los alumnos al acabar sus respectivas etapas educativas deben haber adquirido destrezas en las denominadas competencias clave: la social y cívica, la digital , matemática, aprender a aprender, espíritu emprendedor y la de conciencia y expresión cultural. Los alumnos deben demostrar el grado de adquisición en esas competencias. La pregunta es evidente, ¿cómo se evalúan dichas competencias? ¿Cómo podemos saber si los alumnos han alcanzado o no y en qué grado ciertos niveles competenciales? Pues yo diría que volviendo al párrafo anterior: HACIENDO. Y eso es lo que he intentado a lo largo del curso. La tarea no es fácil, debido a la complejidad de ese paradigma, a lo que hay que añadir, que la administración, nos pide que, al acabar el curso académico o la etapa, midamos por materias de manera cuantitativa. Traducido, que al final todo queda reducido a un número: Fulanito tiene un 6 o Menganito tiene un 9.

Por último, y no extenderme más, ¡claro que entiendo por dónde vas! La sensación que tenéis muchos alumnos, y especialmente en este curso, es que al final se valora la capacidad que tengáis de «aprobar un examen». Os habéis convertido (en el mejor de los casos) en aprobadores de exámenes. Ojo, dentro de un mes es eso lo que se os va a pedir. Ahora bien, hacer un comentario de arte, resolver un problema de matemáticas y física, encontrar la esencia en un texto literario o saber interpretar un mapa de coropletas… ¿No son acaso destrezas que un alumno debe demostrar que ha alcanzado? Pero también es cierto, que, en el mundo actual, son otras destrezas las que se piden: capacidad de buscar y analizar la información, saber moverse en el mundo digital, ser capaces de tener iniciativa y liderar, saber trabajar en equipo

¿Cómo llegaste a la conclusión de que debías cambiar tu forma de dar clase? ¿Crees que ha ido a mejor, tanto como a nivel académico para los estudiantes, como para ti como profesor?

Bueno lo primero que tengo que decirte es que soy profe desde 1994 (casi en el pleistoceno antiguo). Y durante 20 años he impartido mis clases de todas las asignaturas que he dado desde mi propia autoexperiencia y desde el convencimiento, de que no había otra manera de hacer las cosas, entre otras cosas, porque nadie me lo había enseñado. Antes de comentarte los motivos que me llevaron a cambiar mi labor en el aula y fuera de ella con vosotros, quisiera poner en valor el trabajo de los docentes que tienen «el arrojo» de ponerse delante de una clase de 30 o 35 alumnos paras ejercer su trabajo. Dicho esto, en reconocimiento de la labor docente sea cual sea su manera de impartir clases, el objetivo de todo profe es siempre el mismo: ayudaros. Y que, como toda acción humana, no es ni mucho menos perfecta y comete errores.  Dicho lo cual, no quita, y éste ya es mi particular punto de vista, de una evidencia temporal y de una coletilla que algunos la enarbolan, y otros la critican:

ESTAMOS EN EL SIGLO XXI

Desde tres o cuatro cursos ya comencé a «maquinar» en mi cabeza que algo tenía que hacer. Dos razones. La primera: las nuevas tecnologías y especialmente los dispositivos móviles. Me costaba cada vez más prohibir el uso de un aparato que ponía todo el mundo al acceso del alumno. Estaba claro que más tarde mi visión sobre ese «cacharro del demonio» acabaría cambiando. El potencial de ese dispositivo tenía que usarlo a mi favor, pero de momento no sabía cómo. Y, en segundo lugar, diríamos que algo más profundo y preocupante: la distancia entre mis alumnos y yo cada vez era mayor. La famosa frase «a los chicos de hoy en día no les interesa nada», me pasaba a mí, por mucho interés que pusiera o «vehemencia» en mis clases. Ver alumnos que literalmente se «sobaban en clase pegados al radiador» acabó deprimiéndome.

Fue en ese momento cuando buscando en la red di con un profesor de Historia de España de un instituto de Lebrija en Sevilla, Manuel Jesús Fernández Naranjo, que había organizado su aula de 2º de bachillerato, con la metodología flipped classroom. «Si este profe lo hace, yo también puedo». Y así empecé esta aventura.

Pincha en la imagen y podrás descargarte el estupendo comic que hicieron los alumnos de Vicente.

Por último, respecto a lo que me preguntas sobre si ha ido mejor a los estudiantes. En este sentido no tengo dudas: mis alumnos aprenden más, porque hacen más, una «metodología activa» provoca una actitud distinta entre vosotros. Cuando el curso pasado terminó y mis primeros alumnos de 2º de Bachillerato con esta metodología fueron a la PAU de HE, obtuvieron unos resultados magníficos la mayoría de ellos. Y siempre recordaré una frase que uno me dijo al prepararse el examen de la Primera Evaluación un alumno: «Cuando empecé a prepararme el examen, me di cuenta de que ya me lo sabía». Eso es lo que yo quiero.

Pero en este maravilloso mundo de «luz y de color» que te he descrito, hay unos cuantos «agujeros negros». Aunque sinceramente, lo que te voy a decir no te va a sorprender. Los alumnos hablan de «aburrimiento» en las clases y de que los profes «no se lo curran»: clases rollos que hacen que acabemos odiando una asignatura. Nos levantamos por la mañana y volvemos a decir: «Uff, que coñazo… Paso». Sin embargo, y desgraciadamente para mí, y para algunos de vosotros, cuando se plantea una alternativa, la respuesta ha sido muy similar. ¿Sabes por qué he seguido? Porque a pesar, de los líos y algún que otro «mal rollo” que ha habido, el esfuerzo ha valido la pena. He descubierto la enorme capacidad que tenéis para sorprender a vuestro profe de historia, habéis sido capaces de trabajar en equipo (por cierto, algo a lo que no estáis acostumbrados y que lo vais a necesitar en breve) y de superar dificultades. Y, además, y ésta es la más evidente… ¿Te imaginas cuál hubiese sido el resultado de la clase de Historia de España siendo el Vicente de hace 5 o 6 años? (Por cierto, has visto que el profe de prácticas no le fue tan mal conmigo) Eso no significa que yo esté exento de «responsabilidad». He de revisar los materiales (duración, atractivo…), actividades (su viabilidad), los proyectos que demando (siempre he de ser consciente de que hay vida más la de la asignatura de historia…) Sin esa autoevaluación y reflexión tengo difícil seguir avanzando y a la vez ir mejorando, potenciar de mejor modo el aprendizaje cooperativo… Son muchos aspectos que he de tener en cuenta.

Pincha en la imagen y podrás descargarte la entrevista.

Y termino: no es fácil. Lamento decirte, que hay alumnos que da igual lo que el profe haga o como plantee sus clases, son los que yo llamo «irreductibles». Lo bueno, es que en mi caso he intentado que sean los menos posibles. Es curioso, que por el otro lado también encuentro dudas iniciales y rechazo: alumnos brillantes que haciendo lo que han hecho toda la vida les ha ido estupendo, ¿por qué cambiar? Porque es necesario y funciona.

Y respecto a mí… Bueno, lo decidí a los dos meses del curso pasado: «No hay vuelta atrás». Y no es porque «haya visto la luz» ni vaya de «profe moderno y super- innovador (hay innovación completamente inútil), sino por algo bastante más terrenal: me lo paso genial (pese al trabajo que implica y algún que otro disgusto)

Tengo que añadir, que debo agradecer públicamente a mis compañeros de departamento y especialmente, a José Antonio, Jefe de Departamento, su actitud de aceptación del camino emprendido.

 

 

 

¿Qué aporta Internet a la educación hoy en día, en mi día a día y qué aspectos consideraría más positivos y cuáles negativos?

Como profesor de historia, te respondo con un paralelismo, ¿qué hubiese ocurrido en el siglo XVI si se hubiese renunciado a la imprenta como instrumento que permitía conseguir copias y copias de un libro original? ¿Cuánta información se hubiese perdido? ¿Qué obras no hubiesen llegado hasta hoy en día para nuestro disfrute y conocimiento? Así podría seguir con unas cuantas cuestiones pertinentes de una realidad paralela y contra factual si se hubiese impedido el uso y el desarrollo de la imprenta de Gutenberg.

Salvando obviamente las distancias, internet ofrece una potencia inimaginable hace escasas fechas, sobre el acceso a la información. La clave es que el docente sepa guiar para convertir ese acceso a la información en conocimiento. No es fácil ese objetivo, pero la realidad actual nos obliga a jugar ese papel en nuestras aulas. De este modo internet y sus herramientas, podrán convertirse en nuestro mejor aliado para que nuestros alumnos aprendan, interiorizando conocimiento a través de la práctica y del esfuerzo.

Para mi internet, como docente tiene otro uso, ya casi diría que vital: es un banco de recursos infinito. Cada día, más y más docentes, comparten en la red su trabajo, experiencias, materiales… para que otros docentes hagamos el uso que consideremos de ellos. Cuando necesito ideas por quedarme atascado en una iniciativa, cuando necesito resolver el funcionamiento de una app, o simplemente… INSPIRACIÓN. Muchos docentes, y yo el primero, reconozco lo que otros compañeros aportan, lo que hacen en sus aulas, los increíbles proyectos, tanto individuales como colectivos, que llevan adelante… En definitiva, hacer un buen uso de esa ventana, llamada internet enriquece al docente inquieto y ayuda a los alumnos del siglo XXI.

De ahí nació mi pequeña aportación… flipearoalgoasi  cuyo único objetivo era ir contando mi experiencia en la aplicación de la metodología flipped classroom cuando empecé a hacerlo en el curso 2015-2016 en mi centro de trabajo el IES Gabriel Miró de Orihuela. Compartir mis errores y avances con otros docentes podía servir de pequeña guía, siempre desde mi propia experiencia. Además, funcionaba (sigue funcionando), como terapia de choque: el cuaderno de bitácora mostraba errores ya ciertos, esencial para aprender.

¿Qué uso haces de la redes sociales?

Pincha en la imagen y accederás a este estupendo documento.

Dos fundamentalmente, por un lado, las integro dentro de mis materias como se puede ver en estos hastags de twitter #iesgmheA #iesgmheC y que permite a los alumnos revisar, repasar datos, personajes, fechas y hechos relevantes… de la asignatura de HE. O incluso como actividad de aprendizaje propiamente dicha como fue #epocaderevoluciones. Proyecto colaborativo llevado adelante por 4 centros de la geografía española (proyecto, perfectamente explicado y detallado en la web de Carlos González)

 

Y un segundo uso, entre lo personal y lo profesional. Para mi Twitter se ha convertido en la herramienta más potente en mi labor docente, ya que todo lo comentado con anterioridad sobre el uso y potencial de internet, tiene un filtro previo que es Twitter. Como ya dije “el mayor claustro de profes de España”. Estar aquí contestando estas cuestiones y hablar de mi experiencia, tiene su punto de origen en la red social.

¿Qué herramientas y apps utilizas en tu día a día?

Tirando de la famosa cita del arquitecto Mies van de Rohe “Menos es más”, pues eso es precisamente lo que planteo: unas pocas herramientas, unas pocas apps que se dominen, que nunca supongan un trabajo tanto para el profe como para el docentes, inabordable y adelante. Classroom, edpuzzle, screencast, socrative, plickers y lo que vaya descubriendo a través de experiencias de otros compañeros. Por tanto, lo más importante es sentirse cómodo con la tecnología.

Reflexión de cara al futuro

Son muchas las interrogantes que tenemos planteados encima de la mesa: marco normativo, el pacto educativo, la formación de los docentes, la realidad de nuestras aulas, la conexión entre educación y contexto social, económico… de nuestro entorno, la tecnología y su incorporación al ámbito docente, la valoración social del docente, la conflictividad, la gestión de los centros, la búsqueda de la excelencia… Creo que mucho de lo que aquí planteo tiene que ver con nuestro día a día en el aula, partiendo de una idea ya señalada más arriba: el reconocimiento a nuestra labor, independientemente de la forma en la que cada profesional asuma ese reto. Pero más allá de esa obviedad, creo que muchos de los cambios que deben producirse, vendrán desde abajo, no desde arriba. Que nuestra valoración social, vendrá de nuestra capacidad para integrar a las familias en la escuela y en los institutos. Que la conflictividad en las aulas tiene mucho que ver con lo que en ellas se hace, partiendo de la base que lo que funcionaba hace unos años ya no lo hace, o lo que le funciona a mi compañero en su aula, a mí no en la mía.

Estar abiertos a explorar vías creo que es una necesidad y casi diría una obligación profesional. Vías que, en mi caso, y con la clase al revés, ya puedo decir, que se sustentan en la experiencia, una experiencia exitosa, por supuesto con luces y sombras, revisable, evaluable, pero ya irreversible.

 

 

 

 

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